EXAGERAR ÉS HUMANÍSIM i en aquest bloc trobareu múltiples exageracions de la cultura visual i la percepció a través de l'obra gràfica i d'altres índoles del temible subscriptor i els seus sequaços des de l'àmbit de l'ensenyament de la fotografia, la il·lustració i la imatge digital i /o analògica
Os recomendamos el uso de gafas anaglifas filtradas en rojo/cyan para
disfrutar de las inetresantes fotografías esteroscópicas con que nos
deleitan desde la Escola Serra i Abella de L'Hospitalet de Llobregat sus
alumnos de Técnica Fotográfica. Sirva esta entrada robada al blog
hermano "Fotografiar Animales Invisibles" para ilustrar hasta qué punto
las técnicas visuales nos pueden sumergir en escenas u ofrecer
visionados mucho más decriptivos y detallados de ejemplares animales,
por ejemplo, sin exigir su necesaria presencia en el encierro de un zoo.
Tal vez la foto y el video 3D sean una buena alternativa a las
limitaciones de los dioramas, las piezas de taxidermia e incluso los
ejemplares vivos, pero además queremos reivindicar el carácter peculiar
de la foto 3D como género artístico, y no como una mera posibilidad
llamativa de visionado de la fotografía. Creemos que estos jóvenes
fotógrafos se lo proponen muy en serio, y muy especialmente las series
ofrecidas por Quim Monné y Josep Galcerán.
Pasamos
de reflexionar sobre fotografiar animales paralizados en la muerte a
reflexionar sobre la detención del tiempo en fotografía.
Las artes
plásticas, a excepción del teatro o la danza, aunque expresen el
movimiento, son estáticas hasta el nacimiento del cine en siglo XX. Antes
de la aparición de la fotografía, el dibujo, la pintura y la escultura
nos invitaban a detener un escena en un momento preciso que tendía a
reunir acciones y elementos significativos en una composición
predeterminada y en absoluto casual.
Cuando la fotografía empezó a
rebasar los límites marcados por la sensibilidad de los materiales
fotosensibles, redujo el tiempo de exposición hasta llegar a la ilusoria
congelación de un instante para, por ejemplo, ofrecer la visión
ingrávida de sujetos atrapados en un salto que los separaba del suelo,
como en las emblemáticas instantáneas pioneras de Lartigue. Las rápidas
exposiciones obtenidas con el progreso de las técnicas fotográficas
desentrañaron los misterios del movimiento y de ello son especialmente
emblemáticas las cronofotografías de Muybridge (y muy poco después las
de Marey) y nos recordaron que el dibujo y la pintura representaban
expresivamente el movimiento, pero no siempre reproducían con exactitud
lo que realmente sucedía en un breve instante de frenesí cinético.
Queda
para la posteridad la exactitud analítica de los movimientos del
caballo al galope, tan a menudo comparados con la expresiva pero
inexacta interpretación de Géricault en su pintura inspirada en derbi de
Epson.
Thèodore Géricault: Epson Derbi
Si en un primer momento la fotografía se presentó
como una alternativa al dibujo que reproducía fiel y mecánicamente una
impronta de la realidad visual, pronto fue percibida como una especie de
recurso para desentrañar los secretos del tiempo y el movimiento, por
lo que no es de extrañar que la elección del momento decisivo en el
disparo se convirtiera en uno de los criterios básico para juzgar los
méritos de una fotografía descriptiva o documental de una acción o
acontecimiento.
Los dibujantes, escultores y pintores podían
permitirse el representar poses y movimientos hermosos, premeditados y
expresivos que no siempre era posible resumir en una toma fotográfica,
por lo que vencer estos límites y captar en un sólo fotograma toda la
información posible y significativa de una acción constituyó muy pronto
uno de los criterios para valorar la excelencia de una toma fotográfica.
En
este sentido, Henri Cartier Bresson es el autor de la fotografía más
emblemática sobre el instante decisivo en fotografía, y la llegada del
flash de Johann Ostermeyer en los años 30 y las míticas Grafflex
de los años 40 en la prensa, con su perfeccionamiento electrónico y,
poco más tarde, de la luz estroboscópica por el Dr. Harold Edgerton, del
MIT.
Sin duda, uno de los méritos de la fotografía
consiste en vencer los límites de nuestra percepción y observar al
detalle la detención del momento cinético y, por tanto, del tiempo. La
fotografía naturalista y la documentación zoológica se han beneficiado
de dichos servicios de la técnica fotográfica para los que a menudo la
casualidad o la suerte aportan un valor añadido a los resultados
obtenidos en aras de la cotización de la imagen.
Nos
ha parecido muy oportuno ilustrar nuestra disertación con una serie en
particular de un fotógrafo especializado en tomas de alta velocidad con
flash.
Se trata de Martin Klimas,
ya conocido anteriormente por sorprendentes tomas de flores congeladas
en hidrógeno líquido rompiéndose en cientos de fragmentos, por no
mencionar sus famosas series de gotas de pintura covertidas en
cuasiescultóricas salpicaduras congeladas en el tiempo fotográfico.
La
serie que concreta nuestro interés recurre a figurillas de porcelana
que representan luchadores de artes marciales en pleno combate.
Lo
interesante es que el único modo de darle sentido a fotografiar un
sujeto estático que simula un movimiento es dárselo constatando la
violencia implícita del movimiento representado y así, sin salirse de
los procedimientos técnicos que el autor tan bien conoce, encuentra un
tema a fotografiar que se manifiesta como particularmente expresivo y
que además ofrece múltiples lecturas alternativas, como la hipotética
rotura con las convenciones del arte comercial y kitch.
Estas
detenciones en el justo momento del impacto cuyas inercias conducen a
la fragmentación de las piezas empleadas nos remite a la rotura temporal
producida por la propia fotografía, cuya afortunada puntería depende de
la elección del preciso momento que resume las causas y efectos de la
acción, sin conducir a los equívocos que a menudo acompañan a las tomas
de alta velocidad que muestran situaciones insólitas fácilmente
malinterpretables.
Se
me ocurre el ejemplo de aquella foto captada por un aficionado (Martin
Le-May) en la que una comadreja parecía usar un pájaro como medio de
transporte, cuando en realidad lo atacaba con intenciones depredatorias
muy rápidamente frustradas por la fuerza de la gravedad.
La misma
duda planteaba una serie del fotógrafo chino Phoo Chan que captó a un
cuervo sobrevolando y montando sobre un águila, cosa que sí llevó a cabo
intencionadamente el animal, aunque sólo fuera para expulsar al intruso
de su territorio.
Lo que ocurre es que en este caso el simbolismo
tradicionalmente noble, herálido, del águila, habitual emblema de poder
político o militar, es sometido por la clásica encarnación del lado
oscuro y diabólico de las aves, el cuervo, imagen del "pájaro de mal
agüero", de forma análoga al grajo que atacaba la blanca paloma liberada simbólicamente por el papa en otra célebre serie de instantáneas.
Martin Klimas:
Muybridge:
¿Primer stop-motion de la historia?
Muybridge
facilitó a los anatomistas valiosa información a través de sus
cronofotrafías, que sirvieron para observar las precisas posiciones
anatómicas en los sucesivos movimientos del galope del caballo para
fotografiarlas en el orden preciso y ofrecernos lo que posiblemente
podamos considerar el primer sop-motion de la historia:
Philippe Halsman,
famoso por sus retratos de movimientos congelados por el flash de
estudio no ofrece posiblemente la más emblemática de sus imágenes en
colaboración con Salvador Dalí:
Francesco Panuello captaba hace un tiempo una sobria instantánea del robo de la presa de un zorro por parte de una águila.
El
paisaje nevado contribuye a que la escena, minimalista, quede expresada
tan sólo por las siluetas de los animales y sus respectivas sombras
sobre el soporte fotográfico.
Muy a menudo, el mérito técnico más
valorado en una fotografía de naturaleza consiste en la afortunada
captura de un preciso y expresivo momento de una acción habitual (tanto
mejor cuanto más insólita) de la especie animal descrita.
José Pesquero Gómez
conseguía recientemente el reconocimiento de la prensa especializada
por esta toma conseguida en un lago escocés del preciso momento en que
un águila pescadora extrae su captura (una trucha) del agua.
Perfeccionando los recursos propios de la fotografía de rápida exposición y el uso de flashes nocturnos, el fotógrafo Mario Cea
también se ha labrado una reputación con unos procedimientos que de
alguna manera imprimen un sello particular al conjunto de su obra:
Pierre Carreau
es un fotógrafo que se ha ganado una cierta popularidad gracias a sus
series fotográficas de olas captadas con obturaciones muy breves. Además
de la escasa profundidad de campo debida al inevitable empleo de
diafragmas muy abiertos, Carreau realiza ajustes cercanos al alto rango
dinámico en sus imágenes, propiciando una notable nitidez de las
diferentes texturas del agua como si de un material estático se tratara,
aproximándose a una concepción escultórica de los motivos
fotografiados.
Es inevitable, en consecuencia, asociar las instructivas imágenes de Carreau con las obras escultóricas de artistas como Ben Young, a quien ya dedicamos un espacio anteriormente en nuestro blog, o el escultor y escenógrafo Mario Ceroli
en alguna muestra puntual de su trabajo, ambos fascinados por el
movimiento de las olas y la mecánica de fluidos recurriendo a
hipotéticas secciones transversales de la masa líquida en movimiento, lo
que consiguen mediante la aliteración de planchas de cristal
silueteadas para cada sucesiva sección:
Relacionando
también el vidrio con la transparencia del agua, el matrimonio formado
por los artistas Paul De Somma y Marsha Blaker, también han investigado
en las posibilidades estéticas y representativas del vidrio como si de
un estado particular de la materia líquida se tratase, dado que, de
alguna manera, un sólido no es otra cosa que un líquido ralentizado:
Otras
casualidades en la red nos han llevado al hallazgo de imágenes de
captura de alta velocidad que han conservado caprichosos momentos
efímeros en los que las formas parecen emular la de seres o símnolos
gráficos reconocibles:
Pero
del mismo modo que el tiempo puede ser fragmentado, también el espacio
puede serlo, tal y como lo fracciona nuestra percepción analítica y ser
reconstruido ópticamente, tal y como habíamos apuntado respecto a ciertas obras de Juan Carlos Robles o de Dustin Yellin, creando ilusiones tridimensionales a través de superposición de piezas bidimensionales aliteradas.
Cuando se trata de capturar lo salvaje con el objetivo, nada es fruto del azar
Desentrañamos
las imágenes del Wildlife Photographer of the Year, uno de
los certámenes más prestigiosos de fotografía de naturaleza
Y de repente, un instante. Un momento único captado por el objetivo. La
naturaleza, siempre en movimiento, estática en imágenes espectaculares.
Pero aunque parte de la fascinación por esas fotografías surge de
sentir que espiamos lo salvaje en el momento oportuno, lo cierto es que
no son fruto del azar. Detrás de las mejores fotos de naturaleza del
mundo hay mucha preparación, horas de estudio del entorno y la
composición previa en la cabeza del fotógrafo de ese parpadeo que se
quiere inmortalizar. ¿Pero cómo se prepara uno para lo imprevisible?
El Wildlife Photografer of the Year es
el concurso de fotografía de naturaleza más prestigioso del mundo. El
próximo 18 de octubre conoceremos a los ganadores, pero de momento la
competición, organizada por el Museo de Historia Natural de Londres , ha
hecho públicos algunos de los finalistas seleccionados entre más de
50.000 fotografías de 95 países. Entre ellos hay dos españoles.
A través del cristal
Un murciélago salmantino recorre los diarios de medio mundo. Fue 'cazado' por la cámara de Mario Cea el
verano pasado en Salamanca cuando el animal revoloteaba en su incursión
nocturna habitual en busca de mosquitos. Cea cuenta al eldiario.es que
la foto del murciélago atravesando el cristal no es improvisada: primero
se formó en su cabeza.
En una de sus salidas al
campo el fotógrafo observó "como de una vieja casa abandonada salían una
buena cantidad de murciélagos justo al caer la noche". Tras mucho
trabajo de campo, horas de observación del comportamiento de estos
animales y de su caótica forma de vuelo en la oscuridad dentro y fuera
de la casa, Mario imaginó la foto que quería hacer:
"Un cristal que hay que perfilar cuidadosamente con luz artificial desde
atrás para que solo nos muestre las aristas y un murciélago cruzando a
través del cristal con una perfecta precisión y congelado en el momento
exacto".
Mario, apostado por la noche con su
trípode frente a esa ventana rota, utilizó técnicas de alta velocidad
que lleva practicando desde hace una década. Para ello, son necesarias "
varias unidades de flash para conseguir detener movimientos rapidísimos
como el vuelo de este murciélago". Con la luz de esos flashes trabajó
el fotógrafo para resaltar los bordes del cristal.
Pese a la preparación previa, hay que realizar varias sesiones "para ir puliendo fallos hasta encontrar la imagen buscada".
Se hacen series de numerosas fotos para luego seleccionar las mejores
candidatas. En este caso concreto, el fotógrafo salmantino tomó más de
40 imágenes, de las que a final se seleccionan dos o tres. "Después hay
que decantarse por la que mejor nos parezca en cuanto a composición, iluminación, enfoque, etc.".
Para el finalista del Wildlife en la categoría Urban lo
más complicado de hacer fotografías de este tipo es que "los modelos son
imprevisibles". "Los animales salvajes van y vienen cuando quieren y no
puedes hacerlos posar como y cuando tú quieras. Por eso es muy
importante conocer sus hábitos, sus costumbres alimenticias el hábitat
en el que se mueven etc... Todo ello nos ayuda a tener más éxito en
nuestras sesiones".
El misterio de los peces invisibles
Iago Leonardo es
otro de los finalistas con su fotografía de unos peces que se vuelven
invisibles de forma misteriosa en el océano abierto, donde no hay lugar
para esconderse. Pese a su esfuerzo por desaparecer, Iago, durante sus numerosas inversiones en las aguas cristalinas de la isla de Contoy, los tenía calados .
Este fotógrafo, que cultivó su amor por el mar en
Galicia, desarrolla ahora su trabajo en México. Allí consiguió hace unos
años un permiso especial de la CONANP (Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas) para poder documentar fotográficamente la reserva natural de Contoy, cerca de Cancún.
Iago
nos cuenta cómo fue uno de los primeros en poder sumergirse con bombona
en esas aguas cristalinas protegidas y comenzó a experimentar con la
fotografía acuática. "To dos los días investigaba con tanque y luego siempre por las mañanas o las tardes, como tenía tiempo, también me iba a pulmón".
En estas excursiones localizó este cardumen. "Estos peces casi siempre estaban allí y les he hecho millones de fotos", explica.
En la fotografía contrastan dos bancos de peces. Los de abajo
son una especie conocida en México como chac-chí. Los de arriba, los
que casi no se ven porque se camuflan jugando con la luz, son un banco
de Selene vomer, llamados peces hacha en España
por la forma de su cabeza y conocidos popularmente como 'papelillos' en
México porque son muy finitos.
La técnica de camuflaje del Selene vomer ha
intrigado a los científicos. Iago explica que utilizan la refracción
de la luz del sol para casi desaparecer en el agua. "De hecho en la foto
original no se ven", cuenta el fotógrafo añadiendo que en el retoque
permitido por el concurso tuvo que avivar los colores de los selene para
que se vieran "un poquito más".
Un reciente estudio publicado por la revista Sciencedesveló
que emplean unas plaquetas especiales situadas en las células de
su piel para reflejar la luz polarizada, lo que les permite camuflarse
hasta desaparecer cuando hay algún depredador cerca.
De las numerosas fotos a pulmón que Iago tomó a estos peces 'invisibles'
a unos cinco metros de profundidad, esta es la que más le gusta. Tomada
con luz natural, "tiene una vectorialidad especial, se aprecia ese
corte vertical y lo que es paradójico es que esté ese otro banco de
peces abajo que crea ese contraste".
Iago reconoce
que hacer fotografía submarina no es fácil. Él practicó submarinismo en
Galicia desde los 16 años, "siempre he estado metido en el agua",
cuenta. Y es que "hay que sentir pasión por este tipo de fotos" y estar
preparado para manejar una cámara profesional bajo el agua que además
está dentro de una carcasa subacuática.
La
imagen estuvo durmiendo en el ordenador de Iago desde el año 2009 junto
con otras muchas realizadas a los mismos peces, y ahora es una de las
finalistas del Wildlife Photography. El fotógrafo está centrado
actualmente en la fotografía artística donde también experimenta con técnicas subacuáticas.
"Estoy recuperando archivos de naturaleza para hacer una selección y
hacer impresiones en gran formato, y esta es una de las fotos
rescatadas". El fotógrafo cree que su éxito en el concurso viene de la
mano del interés de los científicos en conocer cómo la piel de estos
peces trabaja para conseguir ese camuflaje casi perfecto en el océano.
La fotografía que fue primero un dibujo
La fotografía de Audun Rikardsen es
una de las que más atención está captando entre las imágenes finalistas
del concurso. Retrata a la vez la superficie y lo que sucede bajo el
mar. Una orca se reparte el botín de arenques con un barco pesquero
mientras las numerosas gaviotas que acechan esperando su momento
crean un haz de puntos de fuga. Tampoco es fruto del azar.
Audun, profesor e investigador del Ártico y Biología Marina en la
Universidad de Tromsø, siempre ha sentido fascinación por las relaciones
entre los seres humanos y la naturaleza. Durante años ha documentado
las interacciones entre las ballenas y los pescadores. A veces, son los
pescadores los que persiguen a las ballenas para que les guíen a los
bancos de peces. Otras, son los grandes mamíferos marinos los que buscan
el pescado de sus redes.
Rikardsen explicaba al diario noruego iTromsø que
tenía tan pensada la imagen que hasta había hecho un dibujo de la
misma. "Lo más divertido es que el boceto y la imagen final son casi
idénticos, solo cambia la orientación del barco", declaraba al diario.
Y es que estar en el momento justo y en el lugar oportuno a veces no es
suficiente.