Pues bien: separadlos hasta que el punto más a la derecha del punto de la izquierda se superponga al punto más a la izquierda correspondiente al punto de la derecha. Ahora ya no veréis cuatro imágenes, sino tres, pues en la central se superponen la que ven ambos ojos, y, como fueron tomadas con una separación análoga a la existente entre nuestras dos cuencas oculares, ofrecen a nuestro cerebro lo que busca para percibir el espacio tridimensional, la triangulación de las distancias a los diferentes planos de enfoque posibles y la percibimos, en consecuencia, como un espacio tridimensional con objetos tridimensionales.
Si no conseguís acostumbraros a este proceso, o carecéis de paciencia para ello, poneos unas gafas de anaglifo, las clásicas 3D de filtro rojo para el ojo izquierdo y azul para el derecho, y mirad a la imagen inferior en grande, y veréis la tridimensionalidad sin esfuerzo (aparte de la extraña sensación de percibir dos mundos cromáticos diferenciados por nuestros respectivos canales visuales).
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