Sebastiao Salgado
expone un recopilatorio de parte de su obra fotográfica, la consagrada a
la naturaleza y al hombre en relación a ella, bajo el título de
"Génesis". El catálogo de la exposición ha sido publicado por Taschen en
un formato grandioso y lujoso, en sintonía con la contundencia de las
imágenes de Salgado, y actualmente, y hasta principios de 2015, los
barceloneses podemos disfrutarla en el Caixafòrum.
Desde
La Voz del Animal Invisible nos sentimos obligados a dedicarle cuando menos un
escueto comentario a esta exposición, que sin duda justifica como pocas
los intereses divulgativos e intelectuales de nuestro espacio en la red.
Ya
que se trata de un trabajo prolíficamente comentado en los distintos
medios de información, dada su magnitud junto con el renombre y
reputación de su autor, no pretendemos explicar nada que él mismo no
haya explicado en las copiosas entrevistas que ha concedido a dichos
medios, y nos limitaremos a intentar destacar aquellos detalles que más
han llamado nuestra atención, como ciertos aspectos técnicos y estéticos
de las fotografías y la conspicua iconicidad de algunas en particular.
Así,
pues, os ofrezco una mínima selección de imágenes de esta impresionante
muestra y os explico el porqué de dicha selección desde mi particular
punto de vista.
Lo primero que cabe destacar en la obra de Salgado
es su fidelidad al uso del blanco y negro, que en su día le servía
especialmente para facilitar su control absoluto del proceso fotográfico
analógico de alta calidad, además de una elección estética unánimente
aceptada como sobria, clásica, sin artificios y, para muchos, más
"seria" o "artística".
Elliot Erwitt,
entre otros consejos para aspirantes a fotógrafos, recomendaba el uso
del blanco y negro como una manera de ir a lo esencial a la hora de
componer una imagen fotográfica:
"El Blanco y Negro te hace concentrarte en lo esencial: luz, historia,
formato, emoción e información. Tiene que ver con capturar la realidad
en una estética básica, no lo que puede ser reforzado con el color.
Ofrece una forma diferente de mirar las cosas."
"(Black
and white makes you concentrate on the essentials: light, story, form,
emotion and information. It’s about capturing reality and the raw
aesthetic, not what can be enhanced by colour. It offers a different way
of looking at things.)"
Prefiero
no entrar en discusiones acerca de si es preferible o más "pura" la
fotografía en blanco y negro que la fotografía en color. Sería tan
absurdo como pretender establecer qué es "mejor", si el dibujo o la
pintura.
De lo que no cabe duda es que (y lo he constatado a lo
largo de mis años como profesor de fotografía) cualquier imagen
fotográfica, en su versión en blanco y negro, queda revestida
automáticamente de un plasticidad peculiar que otorga una cierta
seriedad a la percepción de una obra fotográfica, similar a la
interpretación de cualquier obra musical por un cuarteto de cuerda.
Algunos incluso podrían pensar que se trata de un recurso fácil, aunque
dudo que nadie pueda tachar de fácil el trabajo de Salgado quien, pese a
haberse resistido en su momento al uso de las tecnologías digitales,
confiesa no tener incoveniente alguno en adaptar su metodología personal
a las ventajas que aportan las nuevas cámaras y aplicaciones de edición
digital.
Es en este punto donde observo a veces una cierta
obsesión por el detalle como sello de calidad de una imagen fotográfica,
estandarte de la maestría de su autor (o de la calidad de las ópticas
que emplea), de su profesionalidad intachable, al revelar sus imágenes o
editarlas ofreciendo la visibilidad nítida, bien contrastada y
enfocada, de todas las áreas de la escena, desde las más expuestas a las
más sombrías, salvando todos los obstáculos utilizando cualquier medio a
su alcance.
En los tiempos del positivado analógico, un buen
refuerzo para un óptimo acabado final consistía en traicionar
venialmente la pureza del blanco y negro mediante
baños viradores
como el selenio, que dotaba a los grises de una cierta calidez
vagamente marrón que los hacía más diferenciables de los negros, no
afectados por el proceso, tornando la imagen aparentemente más
contrastada, más nítida, más enfocada, mediante ese discreto bitono que
no llega a traicionar la esencia de la imagen monocromática.
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S. Salgado ante la edición de su serie fotográfica "Génesis" |
Las
fotografías de S. Salgado admiten copias de gran tamaño, incluso las
reclaman, para poder disfrutar de su riqueza de detalles y texturas,
aunque muchas de las más recientes no paran de remitirme a "pasos altos"
y procesos de sobre y subexposición selectiva que en algunos casos
rozan el límite de lo excesivo, como es el caso de la imagen que muestra
una fila de pingüínos saltando desde los hielos al océano, tan nítidos
que semejan un collage o un fotomontaje digital excesivamente bien
acabado, otorgando un cierto onirismo hipnótico a las escenas. De hecho,
la edición final de la obra en forma de libro, como ocurre con otras
ediciones de autores ilustres, asume un tamaño cercano a lo
impracticable para ofrecer una experiencia de inmersión en las escenas
fotografiadas con tal riqueza de detalle, algo, como decimos,
característico en la obra de Salgado tanto como en la línea editorial de
Taschen.
El propio Salgado confiesa que el largo
proceso, el viaje fotográfico a base de viajes reales por todo el mundo y
su diversidad de paisajes geológicos, botánicos, zoológicos y humanos,
le ha procurado una visión global de la vida y de su consciencia que
abarca desde la materia tradicionalmente no orgánica hasta los seres
humanos como un miembro más de la familia de lo vivo. Son frecuentes los
cruces de miradas entre las criaturas retratadas y la cámara del autor,
que no duda en selecionarlos como herramienta de reflexión para el
espectador, tal vez recordándonos, como decía
Brassaï,
que no existe la naturalidad o la espontaneidad en la fotografía, dado
que esta constituye un artificio y lo natural en ella es que el
retratado evidencie que es consciente de la presencia del fotógrafo.
Quizás
por ello me parece interesante la imagen que muestra un jaguar
acercándose al agua para beber, o tal vez cazar o refrescarse,
conociendo los hábitos de estos animales. En la espesura es difícil
avistar un jaguar. Es más posible que él sepa de tu presencia que tener
la fortuna de verlo. Esperar junto a una orilla practicable es un método
normal para procurar un avistamiento, por lo que muchas imágenes de
esquivos habitantes de la espesura los presentan junto al agua. Recuerdo
una instalación escenográfica del Museo de Historia Natural de Nueva
York que decidía mostrar así un ejemplar naturalizado de tigre y que el
fotógrafo Valentín Valhonrat inmortalizó en una hermosa foto de formato
vertical que establecía un bucle narrativo: la escenografía imita el
realismo fotográfico y la fotografía de dicha escenografía imita a la
naturaleza. En esta ocasión, el tigre americano es quien cruza
auténticamente su mirada con la del fotógrafo.
Y, aprovechando nuestras antiguas referencias a la
diferenciación entre los felinos manchados
me viene al pelo la selección de la siguiente imagen correspondiente a
un leopardo acercándose nocturnamente a un abrevadero, formalmente
minimalista, casi teatral, en análoga actitud a la del jaguar,
recordándonos las diferencias entre ambos parientes depredadores tanto
como sus similitudes.
Y
es que las similitudes entre especies remiten a la hermandad entre
todas ellas, de las que la humanidad forma parte para bien o para mal.
Son las similitudes y las diferencias las que alimentan la fascinación
por los animales y por las imágenes zoológicas a las que de algún modo
consagramos nuestro estudio, o cuando menos nuestra observación, aún
cuando sabemos que es en lo invisible de los animales donde se deposita
el misterio compartido.
Argumentábamos en relación a los
comentarios suscitados por el rinoceronte de Durero entre los semióticos
e historiadores del arte, que la cubierta de escamas del famoso dibujo
se justificaría como un método gráfico para denotar dureza, tal y como
observaba
Umberto Eco,
quien considera que la imitación de las estructuras de escamas de las
pieles de reptiles y peces por parte de las mallas y vestimentas
militares era algo suficientemente conocido para que gráficamente
constituyese un recurso de ayuda a la imaginación del espectador de la
época. La evocación de un guante de malla medieval en la imagen de la
pata de una iguana, señala el propio Salgado al observar su fotografía,
le recuerda la cercanía entre todas las criaturas vivas. La mano, tan
humana, posee los mismos cinco dedos de un reptil que parece vestir un
pertrecho bélico, intrínsecamente propio de belicosos humanos.